ORANGE SANDALWOOD

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3/21/2013

SEASIDE RENDEZ-VOUS, O LA HORA BRUJA








Al final del día, la luz va recogiéndose en sus negruras. Con el sol acrepusculándose a fuego lento, el mar se dilata sobre su disparatada, proverbial grandeza.

La hora bruja llega, puntual, y el caminante se detiene. Se acuna sobre la playa, aniñándose en el nido del último sol. Allí, reverente, se confía al viento, como la más leve de sus arenas.

El tiempo se detiene, y así siente el hombre el momento exacto en que el mar se feminiza, se convierte, digamos, en atlántica amante. Sin nada que perder, decide hablarle:

– Mar querida: de día me calmas y me colmas. No te puedo poetizar, porque antes de tocarte ya eres la metáfora de casi todas las cosas. Te miro y me pierdo en ti, como un adolescente en los ojos de una mujer madura que altivamente le ignorase.

Silencio por respuesta, es cierto. Pero es un silencio verde y hermoso, como de algas luminiscentes; es el silencio de quien escucha atento. Así que el hombre prosigue:

– Ahora, sin embargo, me atrevo a pensar que te has compuesto un poco para mi mirada. Lo advierto, porque tus espumas se ensortijaron de repente, y porque tu nivel subió. Poquito, es cierto… pero yo esas cosas las noto, ya me conoces. Te conozco.  

Y es cierto. El mar, ahora transmutado en la mar durante el parlamento del hombre, no responde, pero escucha muy atenta el tímido oleaje dentro del corazón humano. “Este bípedo es perspicaz, y sabe leer los diminutos signos de mi pelágica intimidad”, piensa la mar marina.

– Se me antoja, querida mar, que no te soy indiferente en este momento. Diría que mis palabras te han rebosado un poco, que estás transbordada, y si me apuras te diré que ese resplandor rojizo que te arrebola no puede ser cabalmente atribuido a ese sol último que ahora te deserta. Creo que te has ruborizado, Mar.

“Este tipo es realmente bueno, me las pilla todas…”, piensa la mar, que no ve el momento de que este sol rezagado se cambie finalmente de hemisferio y deje de revelar sus vergüenzas. “¿Le hablo o no?”

– Da igual, déjalo, preciosa. Me contento con saber que me escuchaste este ratito. Duerme bien. Mañana aquí me tienes a la misma hora, ¿vale? De mí no te vas a librar fácilmente, hazte a la idea.



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